Ejemplo Espiritual
Demostraremos nuestro compromiso con Cristo poniendo en práctica las disciplinas espirituales; demostraremos nuestra dedicación al cuerpo de Cristo siendo leales a Dios y a su iglesia; y demostraremos nuestra dedicación a la obra de Cristo siendo buenos administradores.
A. PRÁCTICA DE LAS DISCIPLINAS ESPIRITUALES
Las disciplinas espirituales implican prácticas como la oración, la alabanza, la adoración, la confesión, el ayuno, la meditación y el estudio.
A través de la oración expresamos nuestra confianza en Jehová Dios, el Dador de todas las cosas buenas, y reconocemos nuestra dependencia en Él para suplir nuestras necesidades y las de otros (Mt. 6:5-15; Lc. 11:1-13; Stg. 5:13-18).
A través de la adoración tanto pública como privada, alabamos a Dios, tenemos comunión con Él y recibimos diariamente enriquecimiento espiritual y crecimiento en la gracia.
A través del ayuno podemos acercarnos a Dios, meditar en la pasión de Jesucristo y disciplinarnos para vivir bajo el control del Espíritu Santo en todos los aspectos de nuestra vida (Mt. 6:16-18; 9:14-17; Hch. 14:23).
Por medio de la confesión de nuestros pecados a Dios tenemos asegurado el perdón divino (1 Jn. 1:9; 2:2). El compartir nuestra confesión con otros creyentes da la oportunidad de pedir la oración y ayudarnos mutuamente a llevar nuestras cargas (Gál. 6:2; Stg. 5:16).
Por medio de la meditación y el estudio de la Palabra de Dios fortalecemos nuestro crecimiento espiritual y nos preparamos para guiar e instruir a otros en las verdades bíblicas (Jos. 1:8; Sal. 1:2; 2 Ti. 2:15,23-26).
B. LEALTAD A DIOS Y DEDICACIÓN A LA IGLESIA.
La vida del discipulado cristiano implica el cumplimiento de nuestros deberes hacía el cuerpo de Cristo. Debemos reunirnos constantemente con otros miembros de la iglesia con el propósito de magnificar y alabar a Dios y escuchar su Palabra (Mt. 18:20; Jn. 4:23; Hch. 2:42,46,47; 12:24; He. 10:25).
El domingo es el día cristiano de adoración. Como día del Señor, el domingo conmemora la resurrección de Cristo de entre los muertos (Mt. 28:1) y debe utilizarse primordialmente para la adoración, la confraternidad, el servicio cristiano, la enseñanza, la evangelización y la proclamación de la Palabra (Hch. 20:7; Ro. 14:5,6; 1 Co. 16:2, Col. 2:16,17).
Debemos proveer para las necesidades financieras de la iglesia a través de nuestros diezmos (Mal. 3:10; Mt. 23:23) y ofrendas (1 Co. 16:2; 2 Co. 8:1-24; 9:1-15).
Es nuestro deber respetar y someternos aquellos que el Señor ha puesto como ejemplos espirituales; no como dueños ni señores del rebaño de Cristo (Mt. 20:25-28; 1 P. 5:1-3).
Por otra parte, nuestra sumisión debe ser una manifestación de la gracia espiritual de la humildad (Ef. 5:21; 1 P. 5:5,6).
Finalmente, debemos evitar la afiliación a sociedades que requieren o practican juramentos. Tales sociedades pueden parecer espirituales pero, en realidad, al requerir un juramento y ser secretas, contradicen la espiritualidad cristiana (Juan 18:20; 2 Co. 6:14-18). Los cristianos no deben pertenecer a ningún cuerpo o sociedad que requiera o practique una lealtad que esté por encima o excluya su comunión con otras en Cristo (Juan 17:21-23; Mt. 12:47-49).
C. BUENA MAYORDOMÍA CRISTIANA.
Las virtudes del ahorro y la sencillez son honrosas, mientras que el despilfarro y la ostentación están solemnemente prohibidos en las Escrituras (Is. 55:2; Mt. 6:19-23). El vivir una vida piadosa y sobria requiere el uso sabio y frugal de nuestras bendiciones temporales, incluyendo tiempo, talento y dinero. Como buenos administradores debemos sacar el máximo provecho de nuestro tiempo, tanto para esparcimiento como para trabajar (Ef. 5:16; Col. 4:5). El mal uso del tiempo libre degrada (1 Ti. 5:13; 2 Ts 3:6-13); pero cuando el tiempo se utiliza en forma constructiva, experimentaremos renovación interna.
Todo nuestro trabajo y nuestra diversión deben honrar el nombre de Dios (1 Co. 10:31). Como buenos mayordomos debemos utilizar bien nuestros dones espirituales (Ro. 12:3-8, 1 Co. 12:1-11, 27-31; Ef. 4:11-16; 1 P. 4:9-11), así como nuestros talentos naturales (Mt. 25:14-30) para la gloria de Dios. Como buenos mayordomos debemos reconocer que el uso sabio del dinero es parte esencial de la economía de la vida del cristiano. Dios nos ha encomendado bendiciones temporales para que cuidemos de ellas (Mt. 7:11; Stg. 1:17).
Pureza Moral
Participemos de toda actividad que glorifique a Dios en nuestro cuerpo y evitaremos la satisfacción de los deseos de la carne. Leeremos, miraremos y escucharemos todo lo que sea de beneficio para nuestra vida espiritual.
A. DEBEMOS GLORIFICAR A DIOS EN NUESTRO CUERPO.
Nuestro cuerpo es el templo del Espíritu Santo, por lo cual debemos usarlo para la gloria de Dios (Ro. 12:1,2; 1 Co. 6:19,20; 10:31). Debemos andar en el Espíritu y no satisfacer los deseos de la carne (Gá. 5:16).
La Escritura contiene varios pasajes con ejemplos de una conducta carnal que no glorifica a Dios (Ro. 1:24; 1 Co. 6:9,10; Gá. 5:19,21; Ap. 21:8). Las prácticas pecaminosas más prominentes que aparecen en estos pasajes incluyen: homosexualidad, adulterio, actividades mundanas (como odio, envidia y celos), comunicación corrupta (como chismes y palabras sucias), robo, asesinatos, borracheras y brujería. La brujería tiene que ver con prácticas de ocultismo, las cuales están prohibidas por Dios y conducen a la adoración de Satanás.
B. LO QUE LEEMOS, MIRAMOS Y ESCUCHAMOS.
La literatura que leemos, los programas que miramos y la música que escuchamos afectan profundamente nuestros sentimientos, nuestro pensamiento y nuestra conducta. Es imperativo, por lo tanto que el cristiano lea, mire y escuche las cosas que inspiran, instruyen y desafían a alcanzar un nivel moral más elevado. Por otro lado, debemos evitar literatura, programas y música de contenido mundano y de naturaleza pornográfica. Un cristiano no debe mirar en el cine (o la televisión) películas u obras teatrales que sean de naturaleza inmoral (Ro. 3:14, Fil. 4:8).
C. FOMENTO DEL BIENESTAR ESPIRITUAL.
El cristiano debe usar su tiempo libre en actividades que edifiquen tanto al individuo como al cuerpo de Cristo (Ro. 6:13; 1 Co. 10:31,32). Debemos evitar prácticas y lugares mundanos. Consecuentemente, un cristiano no debe participar de ningún tipo de entretenimiento que apele a la naturaleza carnal y traiga descrédito al testimonio cristiano (2Co. 6:17; 1 Ts. 5:21,22: 1 Jn. 2:15-17).
Integridad Personal
Viviremos una vida que inspire responsabilidad y confianza, que produzca el fruto del Espíritu y manifieste el carácter de Cristo en toda nuestra conducta.
A. RESPONSABILIDAD Y CONFIANZA.
El cristiano debe ser una persona confiable y de palabra (Mt. 5:37; 1 P. 2:11,12). Jurar es contrario a la confiabilidad del cristiano, por lo tanto debe evitarse (Mt. 5:34-37; Stg. 5:12). Cristo enseñó, por precepto y ejemplo, que debemos amar a nuestro enemigos y dar preferencia a nuestro prójimo (Mt. 5:43-48; Ro. 12:10; Fil. 2:3; 1 Jn. 3:16). Debemos comportarnos de tal manera que nuestra conducta lleve a otros a Cristo (Mt. 5:16; 1 Co. 11:1).
B. FRUTO DEL ESPÍRITU.
Si vivimos en el Espíritu, manifestaremos el fruto (actitudes y acciones) del Espíritu y no satisfaremos los deseos de la carne (Gá. 5:16,22-25; 1 Jn. 1:7). Las buenas relaciones con otros son el resultado natural de nuestra relación positiva con el Señor (Sal. 1:1-3; Mt. 22:37-40). Seremos juzgados por no llevar fruto en nuestra vida (Mt. 7:16-20; Lc. 13:6-9; Jn 15:1-8).
C. EL CARÁCTER DE CRISTO.
El distintivo de la vida en Cristo es el amor por otros (Jn. 13:34,35; 15:9-13; 1 Jn. 4:7-11). En su relación con el Padre, Jesús mostró sumisión (Lc. 22:42; Jn. 4:34; 5:30). En su relación con otros, demostró aceptación (Jn. 8:11), compasión (Mt. 9:36; Mr. 6:34) y perdón (Mt. 9:2; Lc. 5:20). No podemos llevar el fruto del Espíritu ni manifestar el carácter de Cristo si no estamos espiritualmente unido a Él (Jn. 15:4,5) y sin tener la semilla de la Palabra sembrada en nuestro corazón (Jn. 15:3; 1 P. 1:22,23).
RESPONSABILIDAD FAMILIAR
Daremos prioridad al cumplimiento de las responsabilidades familiares, preservaremos la santidad del matrimonio y mantendremos el orden bíblico en el hogar.
A. PRIORIDAD DE LA FAMILIA.
La familia es la unidad básica de las relaciones humanas y como tal es indispensable, tanto para la sociedad como para la iglesia (Gn. 2:18-24). El origen divino de la familia y su carácter institucional exigen que se le ministre con prioridad, tanto desde el punto de vista personal como colectivo.
La práctica de las disciplinas y las virtudes cristianas debe empezar en el hogar (Dt. 6:6,7). Por lo tanto, la familia cristiana debe establecer un plan para los devocionales familiares y proveer una atmósfera cristiana en el hogar (1 Ti. 3:3,4; 5:8).
B. SANTIDAD DEL MATROMONIO.
El matrimonio es ordenado por Dios y es un acto de unión espiritual en el que un hombre y una mujer se unen para vivir como una sola carne (Gn. 2:24; Mr. 10:7). Por su carácter divino, el matrimonio es un compromiso para toda la vida y el adulterio es la única concesión bíblica para el divorcio (Mt. 5:32; 19:9).
La relación sexual ya sea antes del matrimonio o con otra persona que no sea el cónyuge se prohíbe estrictamente en la Biblia (Ex. 20:14; 1 Co. 6:15-18).
Para alcanzar santidad en el matrimonio, los cónyuges deben esforzarse por mantener una relación placentera, armoniosa y santa.
Si llegara a ocurrir el divorcio, la iglesia debe estar presta a proveer amor, comprensión y orientación a los afectados. Las segundas nupcias de personas divorciadas podrán realizarse únicamente después de un entendimiento y sometimiento pleno a las instrucciones bíblicas relacionadas con este asunto (Mt. 19:7-9; Mr. 10:2-12; Lc. 16:18; Ro. 7:2,3; 1 Co. 7:2,10,11). Si un cristiano desea permanecer soltero, su decisión debe ser respetada y vista como una alternativa bíblica (1 Co. 7:8,32-34).
C. ORDEN DIVINO EN EL HOGAR.
Cuando Dios creó al hombre, varón y hembra (Gn. 1:27), los dotó con características diferentes (1 Co. 11:14,15; 1 P. 3:7) y les dio responsabilidades diferentes (Gn. 3:16-19; 1 P. 3:1-7).
En el orden bíblico, el esposo es cabeza del hogar (Ef. 5:22-31; Col. 3:18,19), los padres deben criar y disciplinar a sus hijos (Ef. 6:4; Col. 3:21) y estos deben obedecer y honrar a sus padres (Ex. 20:12; Ef. 6:1-3 ; Col. 3:20).
Para que haya armonía en el hogar debe observarse el orden bíblico de responsabilidades.
lunes, 22 de febrero de 2010
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